La pesca profesional en Málaga

Hablar de la pesca profesional en la provincia de Málaga obliga a remontarse a los primeros asentamientos humanos de la costa malagueña, época desde la cual el hombre se vinculó al mar Mediterráneo, apareciendo dicha actividad muy tempranamente. Fenicios, griegos, y romanos desarrollaron actividades pesqueras en nuestro litoral, como lo demuestra el registro arqueológico, a través de las antiguas fábricas de salazones y “garum”. Muchas de las técnicas y artes de pesca más frecuentes hoy día en nuestro litoral, hunden sus raíces en tiempos pasados, conservando hasta nuestros días su carácter artesanal.

Algo más cercanos en el tiempo, aun quedan entrañables recuerdos en las mentes malagueñas, donde se evocan los tipismos, siempre  tan asociados a la cultura popular gastronómica. Personajes ya algo difuminados en la memoria, aunque relativamente recientes, como el cenachero, que pregonaba por nuestras calles el pescado fresco recién capturado en el rebalaje; y figuras que aun nos acompañan, como  el marengo espetando sardinas, o el redero remendando serenamente las redes sentado en la arena de la playa.  Aquellas  jábegas que cada mañana veíamos cerca de la orilla, a lo largo de todas las playas de la costa,  capturando sardinas, boquerones, chanquetes, quedaron varadas en la arena, junto a los copos y boliches que los jabegotes extraían de la mar a golpe de brazos y hombros.  Aquella estampa, aun reciente, palpita con añoranza en el corazón de muchos malagueños. Entonces, no importaba el tamaño de las redes, ni la talla de los pescados, ni los horarios de pesca; apenas existía normativa, tal vez porque la situación entonces no lo requería.

Corría la mitad del siglo XX y  eran los comienzos del emergente turismo de sol y playa que atraía a todo el mundo hacia nuestras costas en busca de productos muy nuestros. Y entre ellos, el “pescaíto”, fresco y preparado como en pocos lugares. Otros tiempos, otros mares, otras leyes….

Y crecieron nuestras ciudades costeras, las urbanizaciones y hoteles. El turismo, trajo progreso y dinero, pero a la vez incrementó enormemente la demanda de nuestros limitados recursos pesqueros.

Había que adaptarse a los tiempos, y la pesca profesional también debía hacerlo. Aumentó considerablemente la flota, y en consecuencia las distintas modalidades y artes de pesca profesional que hoy conocemos en nuestras aguas, muchas de ellas heredadas de otras civilizaciones. Sobrevinieron rigurosas  normativas a las que se debía enfrentar un sector económicamente difícil que apenas miraba más allá del día a día;  que siempre consideró el mar como la eterna despensa inagotable, donde todo se renueva, y donde la ausencia aparente de territorialidad dificulta su regulación y la gestión de sus recursos.

Málaga siempre estuvo vinculada al mar y a la pesca, pero su tradición pesquera, más allá de las jábegas que pescaban el chanquete, apenas implicaba una escasa flota  artesanal al fresco, que volvía cada día a puerto. Barcos de poca eslora, que faenaban cerca de la costa; alguna almadraba testimonial aprovechaba el paso de especies migratorias para su captura; y escasa era también la presencia de la industria conservera en tierra. Los múltiples y continuos acuerdos pesqueros que España suscribió siempre con otros países contemplaban fundamentalmente una actividad pesquera en los caladeros de países lejanos para grandes barcos de pesca, inexistentes en nuestra flota malagueña.

La incorporación de España a la UE en 1986 supuso una mejora notoria en nuestra flota pesquera profesional, desde el punto de vista tecnológico, todo ello gracias a las subvenciones comunitarias. Dichas ayudas, disponibles para nuestra flota desde la entrada en la “Europa Azul”, en el marco legal de la Política Pesquera Común (PPC), se han demostrado en el tiempo como del todo equivocadas, ya que permitieron no solo renovar y modernizar la flota, sino también aumentar significativamente el esfuerzo pesquero sobre los caladeros, al construirse barcos mas grandes y potentes, con una tecnología mas desarrollada. La consecuencia llegó pronto a nuestro país, como a muchos países comunitarios con fuerte tradición pesquera: caladeros sobreexplotados que no pueden renovar sus recursos, poniendo en entredicho la rentabilidad de la flota, y la continuidad del sector. El regreso de los barcos andaluces, que faenaban en el caladero de Marruecos, tras el cese en 1999 del Acuerdo de pesca con ese reino, incrementó el esfuerzo sobre un caladero ya debilitado. Esta situación obligó a las Autoridades Comunitarias responsables de los asuntos pesqueros a dar un giro, a finales de 2002, en las ayudas estructurales contempladas en la PPC, primando los desgüaces de barcos y otras medidas de reducción del esfuerzo pesquero, tales como la disminución de horarios, paradas biológicas, mayor selectividad en las artes, nuevas tallas mínimas más restrictivas, etc.

Y así llegamos a la difícil situación actual a la que debe enfrentarse cada día el sector pesquero de este país en general, y de Málaga en particular: Una flota pesquera profesional modernizada, con materiales nuevos, más potente y con tecnología muy sofisticada, y mayor eficacia en su actividad, pero con escasa rentabilidad, que continúa faenando al fresco en un caladero con escasos recursos; las capturas de las especies comerciales siguen cayendo en picado, mientras que los elevados gastos, sobre todo el elevado precio del combustible, y los bajos precios en lonja de un producto de elevada calidad, ponen en evidencia un deficitario sistema de comercialización, que deja pocos beneficios a armadores y pescadores, cuyo sistema de ganancias sigue siendo «a la parte», mientras que el consumidor final debe pagar el pescado a precio de oro.

Actualmente, un total de  260 barcos pesqueros, legales, y  censados por el Ministerio, pertenecientes a la lista 3ª (profesional), salen a faenar cada día en nuestras aguas, en las distintas modalidades de pesca marítima profesional. De ellos, unas 40 embarcaciones conocidas comúnmente como “bacas”, ejercen la modalidad de arrastre de fondo, para capturar todas las especies que encuentra la red a su paso por el fondo marino: merluza, bacaladilla, lenguado, gamba, pulpo, rape, cigalas, calamares, etc. La modalidad de cerco es ejercida por  unas 35 embarcaciones  llamadas «traiñas»,  en busca de pequeños pelágicos como la sardina, el boquerón, el jurel, y la caballa. Las 125 embarcaciones marisqueras que faenan con rastro buscan cerca de la costa, las distintas especies de moluscos bivalvos y gasterópodos: coquina, chirla, concha fina, bolo, etc. Los restantes  55 barcos ejercen una pesca muy selectiva en la modalidad de artes menores, entre las que se cita: trasmallo (besugos, herreras, etc),  alcatruces o pucheros (pulpo), etc.

A las puertas de una nueva Politica Pesquera Común, revisada nuevamente, para adaptar la flota a los recursos pesqueros existentes, la situación es aún más dificil para la flota pesquera profesional de nuestro caladero. Un sector profesional que debe pagar sus impuestos, y aun debe obtener un sueldo después de pagar los elevados gastos que supone salir a faenar en un caladero frágil, cuya escasez de recursos le ha abocado en los últimos años a una situación de permanente crisis; un sector pesquero profesionalizado, que no deja atrás su primaria mentalidad extractiva, con las excepciones debidas, y que debe seguir adaptándose a las exigencias de los tiempos, con una actividad más sostenible y respetuosa con el medio del que vive; un sector pesquero que se cuestiona la rentabilidad de su flota, su continuidad  y que se asoma al futuro con una gran incertidumbre.