Bar «Merchán» en San Pedro de Alcántara

No era el objetivo de este blog hacer publicidad de restaurantes o bares; o sí, por qué no. Ni soy chef, ni crítica de gastronomía, ni frecuento los mejores restaurantes por donde voy. Ni siquiera soy entendida en degustacion de sabores, texturas, y contrastes, sobre comida; algo que tan de moda está ahora, desde que en nuestras televisiones nos aplastan el cerebro con programas de recetas fáciles, concursos de chef, y demas másteres, que nos recuerdan lo torpes que somos algunos en la cocina. Pues no, pero me encanta la comida, ya sean pescados, carnes, pastas o mariscos, sin olvidar los exquisitos postres. Eso sí, la pasta es para mí una exquisitez que me sale desde los cromosomas de mis apellidos, y en su degustacion sí me considero una exigente. Y no son muchos los restaurantes italianos que saben cocinarla. La pasta, es sin duda, mi plato preferido, aunque me considero muy malagueña y amante de los platos de pescado; sobre todo aquellos bien fritos con aceite limpio y la harina justa. Y hablando de pescado, he recorrido muchos chiringuitos, restaurantes, marisquerías; buenos, malos y regulares; he comido boquerones y sardinas en muchos lugares. Desde Torre del Mar a Estepona, pasando por Rincón, Carihuela y  Fuengirola; desde el Palo y Pedregalejo hasta Huelin. Y he tenido que ir a parar, por pura casualidad, a San Pedro de Alcántara, a un restaurante llamado «MERCHAN», en la calle   San Gabriel, nº 10, para degustar una de las mejores frituras de pescado. No es muy grande el local, y tal vez por eso acogedor, cálido, y bien servido.  Ese boquerón, puntillita,  rosada, bien fritas, con su aceite limpio, a una temperatura justa; tanto es así, que en la fuente donde vienen servidos no se observa ni una sola gota de aceite, que ya es dificil. Ni harina quemada, ni trocitos de harina pegado al pescado, que en mi opinión se cargan cualquier pescado por muy fresco y bueno que sea. Lo que se dice un pescado perfectamente frito, al que se le encuentra su verdadero sabor a pescado. Nos sirvió un señor muy educado y correcto, que llevaba toda la vida en ese bar, junto a su padre. Me mostró fotos antiguas que tiene allí expuestas, de su padre al mando del bar, desde toda la vida. Y allí sigue él, donde su padre le dejó, encargándose de servir, con toda amabilidad, el mejor pescaíto, aunque no tenga la barca en la puerta para los espetos, ni el paseo marítimo cerca. Y en la cocina, toda una experta en la fritura de pescado. Para cerrar el almuerzo nos puso varios postres, pero destacaba por su textura, suavidad y sabor, la crema de limón: un postre sencillo, aunque supongo que complejo de elaboración si se pretende que quede con esa suavidad y sabor. Todo un placer para el paladar, con un producto sencillo, nuestro, económico, pero no tan fácil de freir con tanta precisión. Malagueños y barceloneses compartiendo el calor del lugar, la comida…… y, las sonrisas. No se lo pierdan